martes, 26 de junio de 2012
Veneno
Cuando hablamos de
veneno, pensamos en, por ejemplo, algún brebaje o pócima, en alguna sustancia
que la naturaleza ha puesto ahí para hacernos daño a traves de plantas o de
animales tan insignificantes como serpientes, arañas o insectos.
Normalmente olvidamos
los venenos que nosotros, en un alarde de inteligencia, somos capaces de
inventar. Si a la innumerable lista de venenos
químicos inventados por centenares de pseudointeligentes añadiéramos los venenos de la raza humana, nos daríamos
cuenta de lo insignificantes que somos y lo antisocial que puede llegar a
ser “el animal social”.
Creamos la envidia,
la codicia, la avaricia, el odio y tantos otros venenos, simplemente para poder
estar bien con nuestro “yo”, para no tener que esforzarnos tanto en alcanzar lo
que las personas constantes y dedicadas sí consiguen y, sobre todo, por no
soportar ver a alguien en una mejor situación que nosotros. El ser que ha
inventado todo esto es el mismo que se permite llamar ratas a esos mamíferos
que rondan las alcantarillas y los campos.
Somos, en esencia, un
ser tan despreciable que inventamos excusas para odiarnos. Excusas tales como
color de piel, fanatismos ideológicos (que en esencia son todos iguales),
diferencia de idiomas, de edad, de estatura, de peso, el caso es crear
diferencia. Creamos como un absurdo chovinismo personal y tratamos de juntarnos
con otros seres que sean capaces, no solo de reconocer nuestras virtudes, sino
de obviar nuestros defectos. Lo simpático del asunto es que hoy, que todo el
mundo sabe lo estúpido de éste planteamiento de la vida…parece no importarle a
nadie, parece que sabemos que el fuego
quema y seguimos metiendo la mano y luego, claro, nos quejamos.
El día que el “ser
racional” sea capaz de dejar de meterse en los asuntos de los demás sin ganas
de ayudar, por el mero hecho de inmiscuirse en asuntos ajenos para dar unas
opiniones, no solo absurdas sino, a menudo no solicitadas, iremos por el buen
camino.
Además Tenemos la
estúpida costumbre de llamarnos seres racionales, capaces de actuar por nuestra
cuenta y nos dejamos gobernar por cuatro pastores que como al ganado nos trata.
Dejamos que el veneno del poder que corre por las venas de esos pastores fluya contra nuestra necesidad de FELICIDAD. Nos amarran al dinero para realizar cualquier
acto cotidiano, nos obligan a comer, beber y fumar lo que ellos
consideran. Nos prohíben todo aquello que se salga de la norma establecida,
incluso tienen la capacidad de, a través del miedo, obligarnos a prohibirnos
esos deliciosos caprichos. Llaman droga a lo que ellos prohíben y medicina a lo
que nos recetan, siendo éstas últimas, en su mayoría mucho más peligrosas. Hacen
que olvidemos nuestras raíces creando debates sin sentido sobre el origen de la
especie, sobre el origen de un país o cualquier otro origen que al lector se le
ocurra.
En este punto,
tenemos la pelota sobre nuestro tejado. Somos capaces de llamarlos tontos,
llamamos tontos a aquellos que nos gobiernan y encima les echamos la
culpa…tenemos el poder del pueblo, porque el pueblo somos y nos dedicamos a
esperar a que las cosas simplemente cambien, no nos molesta si nos roban el
dinero, si, después de robarnos el dinero, nos prohiben dedicarnos a vivir del
aire pues siguen exigiendo más dinero. Y les llamamos tontos. Tiene huevos el
asunto. Llamamos tontos a aquellos que nos tienen totalmente dominados. ¿No
seremos acaso nosotros un “mucho tontos”? Odiamos lo que quieren que odiemos,
queremos lo que nos dejan querer entre tres opciones y nos hacen creer que
somos libres porque nos dejan elegir. ¿Qué hay de esas opciones que existen y
no se nos son ofrecidas, nos son ocultadas o prohibidas? Podría rescatar el misticismo del “sesentismo” y afirmar que si haces algo que te permita observar la realidad desde otro punto de vista,
ellos lo reprimirán o que no les interesa que el pueblo abra los ojos. Son afirmaciones válidas y que, en realidad, ocurren comúnmente, pero la respuesta a lo que acontece en el mundo de hoy es
bastante más simple: NO TENEMOS VOLUNTAD.
Hubo tiempos en los que había ideas
distintas, hubo gente que fue perseguida, apaleada e incluso asesinada, pero
por lo menos seguía habiendo gente que se negaba a ser reprimida. Hoy, no somos
capaces de levantar la voz para nada, nos legaron un estado de bienestar tan
alto que nos ha convertido en el “ser egoísta supremo”. No somos capaces de
empezar a cambiar las cosas porque, para cuando termine el cambio, ya no
estaremos aquí. Las leyes nos oprimen y no somos capaces de protestar, los
ricos exprimen a los pobres y no nos importa, nos limitamos a dar treinta
euros al año y apadrinar un niño para sentir que hacemos algo, darle 2 meses de
buena vida a un niño y luego devolverlo al infierno en el que está, en parte,
por nuestra culpa. ¿No es eso más cruel que simplemente pasar de ellos? Ya
que no tenemos la vergüenza de hacer algo
realmente, por lo menos no les molestemos. Es difícil salir a flote cuando
tienes pies empujando tu cabeza.
Rayco.
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